Es fácil pronunciar la frase “olvidemos el pasado”. ¿Pero realmente es posible hacerlo? Las familias que tienen hijos con autismo muchas veces pueden contar con exactitud fechas, lugares y comentarios recibidos. Qué especialista me dijo esto o qué vecina me dijo esto otro. Lo que vino mal y lo que vino bien. Tratamientos, pruebas, diagnósticos y tantas otras cosas, que forman parte de sus trayectorias vitales y de sus vidas y que están grabadas a fuego en sus mentes. Porque son sus hijos y ellos son lo más importante que tienen en sus vidas.

Así que quizás la idea no está tanto en olvidar el pasado sino qué provecho sacamos de él. Cuáles son las lecciones que extraemos y qué podemos aprender de ellas. Y muy importante, cómo pueden beneficiarse los demás de esas experiencias y mejorar las suyas. Esto es un acto de generosidad enorme, que no solo ayuda a otros que están pasando por situaciones similares, sino también a los profesionales. Una información completa por parte de una familia te permite saber exactamente dónde estás y te ayuda a ofrecer una intervención más eficaz.

A menudo, leo y escucho a madres y padres cómo difunden información y formación muy valiosa y sincera en las redes sociales o por cualquier otro medio. Se convierten en una fuente de conocimiento que parte de sus vivencias y no de los libros. Muchas veces ellos mismos ni siquiera saben el bien que pueden estar haciendo con sus palabras. Es posible que alguien desde la otra parte del mundo o en la esquina de tu calle les esté escuchando, y sean un motivo de aliento y de ánimo. Un empuje positivo para salir adelante. Y eso, desde mi humilde punto de vista, tiene un valor incalculable.